Las playas permanecieron cerradas durante una semana, hasta el 4 de septiembre.
El charco de sangre formado alrededor de Todd alcanzó el tamaño de "un coche".
El torniquete aplicado por el otro rescatador (Brian Simpson, enfermero) redujo la pérdida de sangre en un 80%.
La aleta del tiburón, según estimaciones de los testigos, medía unos 90 centímetros. Un dato muy curioso y que se ha dado en otros sucesos con tiburones blancos, es la presencia de delfines.
Cuenta Wes Williams (el surfista más cercano a la víctima y el que le rescató) que justo antes del ataque varios delfines le sobrepasaron, llegaron hasta Todd y comenzaron a dar vueltas alrededor de él. Entonces ocurrió el primer ataque, Wes miró y lo primero que vió fue a los delfines nadando en círculos. Saltaban y golpeaban con fuerza el agua con su aleta caudal, y pensó: ¿qué le pasa a esos delfines?, pero tampoco le pareció demasiado extraño, ya que era frecuente su presencia mientras los surfistas esperaban las olas.
Pero enseguida observó que el agua de los chapoteos se levantaba totalmente roja. Entonces vio la aleta del tiburón, que realizó el segundo ataque, mientras los delfines continuaban saltando y golpeando el agua. Incluso uno de ellos se impulsó con mucha fuerza, mostrando su cuerpo totalmente fuera del agua varios metros, y cayó estrepitosamente "a cinco centímetros" de la cabeza de Todd. Estima Wes que si le llega a golpear, le hubiese matado, sin duda.